El melancólico silbido del carrito de camotes

Es probable que todos los habitantes de la Ciudad de México hayan visto o tenido contacto con un carrito camotero. Se trata de pequeños vehículos metálicos y de tracción humana cuyo peso puede llegar hasta los 300 kilogramos (aunque en realidad resultan ligeros de empujar). A decir de los camoteros, sólo una persona en la ciudad se dedica a construir estos ingenios móviles, por el rumbo de Iztapalapa.

Apenas cae la noche algunas calles de la Ciudad de México se ven de pronto invadidas por el lánguido silbido que brota de las entrañas de los carritos metálicos de los camoteros. Uno de los aspectos más intrigantes y llamativos del carrito de camotes es el silbido característico y difícil de describir que emiten. El silbido se debe a un escape de vapor de agua a presión que el camotero provoca a su albedrío una vez que el horno alcanza la temperatura adecuada. Para lograrlo hace falta activar un ingenioso sistema que consta de un pequeño tanque de agua que en la parte superior del vehículo sostiene un tubo corto y vertical que posee una llave de paso. La duración de tan melancólico sonido (que en su ulular recuerda a un antiguo tren de vapor) depende de cuánto tiempo mantenga el camotero abierta la llave del tanque de agua.

El lento transcurrir de los camoteros constituye todavía una parte de ese México viejo que aún huele a dulce y a tranquilidad. Esperemos que ese silbido triste que emiten sus vehículos no se convierta en tiempos próximos en el aullido agónico que preludie su muerte o su desaparición.

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